En la historia de la investigación científica, hay relatos que son interesantes a la vez que polémicos. Los experimentos del investigador John Lilly con delfines son un ejemplo de esta fascinante dualidad. Nos encontramos ante la relación inusual entre los cetáceos y la especie humana, y con unos experimentos que pretendían trascender las barreras de los océanos y aventurarse en las estrellas. ¿Podría haber alguna relación entre los secretos del mar y las posibles comunicaciones con civilizaciones extraterrestres?
Antes de sumergirnos en el océano de la controversia, debemos reconocer la asombrosa inteligencia de los delfines. Con cerebros excepcionalmente desarrollados y complejos sistemas de comunicación, estos seres marinos nos desafían a reconsiderar nuestras nociones preconcebidas de inteligencia. Sin embargo, comunicarnos con estas criaturas ha demostrado ser un reto monumental.
El curioso vínculo entre Peter y su entrenadora Margaret: Una Historia Singular
La historia del delfín Peter y la joven investigadora Margaret Howe Lovatt es una narrativa que podría haber surgido de las páginas de una novela de ciencia ficción. Un intento de enseñar a Peter a hablar inglés que culminó en una relación única y compleja. Aunque la comunicación total entre especies resultó escurridiza, esta relación, por un lado, demostró que la barrera entre humanos y delfines no es insuperable, pero por otro lado nos hace vislumbrar qué límites no se deben traspasar cuando se trata de experimentar con seres vivos.
En la década de 1960, un equipo de científicos, a cuyo frente estaba el investigador John Lilly, junto al antropólogo Gregory Bateson, trabajaron en un curioso proyecto: enseñar inglés a un delfín llamado Peter. El experimento se llevó a cabo en St. Thomas, una isla del caribe, y fue aprobado y financiado por la NASA.
La posibilidad de comunicarse con otras especies era algo que despertaba el interés de los científicos, y no solo en el campo de las ciencias biológicas. Por aquel entonces el experimento interesó a los conocidos astrónomos Carl Sagan y Frank Drake (sí, el de la famosa ecuación), que pensaron que, si era posible enseñar un idioma humano a otra especie inteligente, habría posibilidades de que, en el caso de un futuro contacto con una inteligencia extraterrestre, nos pudiéramos comunicar con ellos.
En este punto es cuando entra en escena Margaret Howe Lovatt, una joven de veintitantos, que trabajaba en un restaurante de la isla durante el turno de noche, por lo que el día le solía resultar aburrido, esto sumado a que era una amante de los animales, hizo que se presentara voluntaria.
En un principio, Lovatt pasaba horas con Peter en su hábitat acuático, interactuando con él con el fin de establecer un vínculo, lo cual no se hizo esperar. Pasado un tiempo, Margaret se fue a vivir al delfinario, una casa para delfines inundada de agua, donde llegó a convivir con el delfín las 24 horas del día. Esto hizo que el vínculo entre ambos se fuera estrechando. El delfín resultó ser muy inteligente y comenzó a aprender nuevos sonidos, por lo que en un principio el experimento parecía prometedor.
Cuando el cetáceo se acercaba a su madurez sexual, comenzó a modificar su actitud con Margaret, mostrando un especial interés por el cuerpo de esta, pasando con el tiempo de las miradas curiosas a los frotamientos con esta, llegando a tener erecciones, lo que evidenciaba que Peter guardaba un interés “especial” por su cuidadora.
A pesar de todo, el proyecto parecía bien encaminado, ya que el delfín continuaba aprendiendo, a pesar de las importantes restricciones anatómicas de los cetáceos, que impiden que puedan imitar el habla humana y que son una importante limitación para el número de palabras que pueden llegar a “pronunciar”.
Llegados a este punto y viendo que el progreso no era lo suficientemente rápido, John Lilly decidió suministrar LSD tanto a Lovatt como al delfín (en los años 1960 esta droga se hizo muy popular, el propio Lilly experimentó con ella, llegando a la conclusión de que su uso servía para expandir la mente y llevarla a nuevos conocimientos). Lovatt se opuso a la idea, pero al final no pudo evitar que Lilly suministrara LSD al delfín. Sin embargo, la droga no pareció afectarle en nada, aparentemente no provocaba efecto alguno en los delfines.
Al final, el experimento se canceló: tanto el antropólogo Gregory Bateson, como los patrocinadores del proyecto llegaron a la conclusión de que los delfines eran capaces de entender, hasta cierto punto, a los seres humanos y de imitar algunos sonidos, pero no se encontraron evidencias suficientes que demostraran la capacidad de estos para aprender un lenguaje verbal humano. Lovatt no estaba de acuerdo con estas conclusiones, según ella simplemente no hubo suficiente tiempo, no le parecía lógico que los patrocinadores pretendieran que el delfín lograra en unos meses algo que ni los propios seres humanos son capaces de hacer, en referencia a que los propios bebés humanos tardan mucho más tiempo en dominar el lenguaje.
Como consecuencia del final del experimento, Peter y Margaret tuvieron que separarse, algo que fue difícil para ambos, pero para el delfín fue algo fatal: aparentemente estaba tan enamorado de Margaret que, cuando fue trasladado a otro laboratorio, decidió no vivir más, por lo que se hundió en el fondo del estanque y dejó de respirar (para los delfines la respiración es un proceso totalmente consciente, por lo que no pierden la consciencia del todo mientras duermen, pero eso es otra historia)
Entre los Océanos y las Estrellas: Proyecto SETI y los Experimentos de Lilly
No podemos ignorar la interconexión entre los esfuerzos por comunicarnos con los cetáceos y nuestra búsqueda de inteligencia más allá de nuestro propio planeta. El Proyecto SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) y los experimentos de Lilly comparten la ambición de superar los límites de la comunicación entre dos especies inteligente diferentes. Si los delfines, que habitan nuestro propio planeta, desafían nuestra comprensión, ¿qué podríamos hacer para intentar comunicarnos con seres de otros mundos? ¿Sería posible?
Reflexiones Éticas y las Profundidades de la Comunicación
Sin embargo, frente al asombro o la incredulidad que puede producir esta historia y frente a la esperanza de entendimiento, hay cuestiones éticas inquietantes que no se pueden ignorar. ¿Hasta qué punto podemos llevar los experimentos con seres que pueden no entender completamente nuestras intenciones? ¿Cuál es la línea que separa el deseo genuino de comunicarse de una explotación insensible?
Conclusión
Los experimentos de John Lilly con delfines nos sumergen en un océano de maravillas científicas, desafíos éticos y potencial trascendental. A medida que exploramos la compleja inteligencia de los cetáceos y los esfuerzos para comunicarnos con ellos, también elevamos la mirada hacia las estrellas en busca de otros seres con los que podamos establecer un diálogo cósmico. En este fascinante cruce entre el mar y el espacio, debemos recordar que, en última instancia, nuestro entendimiento y respeto por todas las formas de inteligencia definen nuestra humanidad en un universo vasto y desconocido.
FUENTES:
The dolphin who loved me: the Nasa-funded project that went wrong
The Girl Who Talked to Dolphins Full Documentary
National Geographic: La inteligencia de los delfines
La Conexión Cósmica, de Carl Sagan es un interesante libro que habla sobre la posibilidad de existencia de inteligencia extraterrestre y sobre un posible contacto. En el capítulo 24, titulado Algunos de mis mejores amigos son delfines, Sagan narra sus propias experiencias con los delfines de John Lilly, reflexionando sobre la inteligencia de estas criaturas.
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