LA NOCHE EN LA QUE EL MUNDO DESAPARECIÓ
Alterna la lucidez
del Paraíso Con la noche profunda, plena de terrores.
Goethe
La noche profunda y eterna, siempre eterna...
Acabo de llegar a lo que parece un pequeño pueblo, pero todo permanece igual, sea cual sea mi destino invariablemente me acompañan el silencio y la oscuridad.
A pesar de que algunas luces artificiales resplandecen, sin ningún control y sin ninguna explicación, el resto del mundo está envuelto en unas profundas y desesperantes tinieblas. Pero lo peor es el cielo, este cielo oscuro en el que no se distingue absolutamente nada, ni sol, ni luna, ni estrellas, ni siquiera las estriaciones de alguna nube, por extraño que parezca no hay nubes, mirar al cielo significa enfrentarse cara a cara con el más sobrecogedor e inquietante vacío, es como contemplar una monstruosa mina a cielo abierto y sin fondo a la que a alguna deidad con un macabro sentido del humor se le hubiera ocurrido colocar bocabajo sobre la cabeza de los mortales.
A pesar de todo las luces de las farolas y las de algunas ventanas hacen de este pueblo un oasis de luz perdido en esta eterna noche.
Escribo para no enloquecer, este cuaderno y este trozo de lápiz son lo único que mantienen mi cordura, si es que alguna vez llegué a tenerla.
Hace tiempo, no podría precisar cuánto, ya que aquí no hay manera de saberlo al no existir el día ni la noche, llevaba una vida más o menos normal.
Por cierto, mi nombre era... es... Casandra, hace tanto tiempo que nadie lo pronuncia que casi he olvidado que tengo un nombre.
Cuando todo pasó tenía veintiséis años, no sé cuántos tengo ahora, las veces que he encontrado espejos en mi camino no he conseguido que mi reflejo en estos cambie, a veces creo que han transcurrido veinte o treinta años, pero cuando paso delante de uno de esos endemoniados artilugios veo el mismo rostro con el mismo maquillaje, así que tal vez solo hayan pasado unas horas, unos días...
Aún era estudiante universitaria, de física creo. Sé que con esa edad podía haber acabado la carrera algunos años antes, pero al hecho de que nunca he sido una lumbrera debéis sumar que no disponía de demasiado tiempo para estudiar, ya que tenía que trabajar para pagarme el alquiler, los estudios y algún que otro bocadillo con el que alimentarme cuando mi horario me lo permitía.
Era la noche del 20 de julio de 1991, yo trabajaba los fines de semana sirviendo copas en un pub y aquella noche, especialmente calurosa, el local estaba lleno a rebosar. A pesar de que el aparato de aire acondicionado funcionaba a la perfección estaba empapada en sudor. Aquella noche me encontraba especialmente mal, entonces se lo achaqué a la parte del ciclo menstrual en la que me encontraba, ahora no sé qué pensar.
La cuestión es que me dirigí a la parte trasera del local, donde había un servicio que solo usábamos Cati, mi compañera de trabajo, y yo. Me retoqué el maquillaje como pude frente al deteriorado espejo que colgaba torcido en una de las enmohecidas paredes y miré el reloj comprobando que eran exactamente las 00:07, así que saqué un cigarrillo con la intención de encenderlo.
En ese instante me extrañó que la atronadora música, que incluso allí podía escucharse con un volumen considerable, se detuviera repentinamente, pero no le di mayor importancia, así que volví al cigarrillo advirtiendo con una cierta frustración que mi mechero no funcionaba, por lo que después de varios intentos salí del servicio para pedirle fuego a Cati o al primer cliente que se me cruzara.
Cuando volví a la barra quedé completamente petrificada al comprobar que no había absolutamente nadie, tanto Cati como las decenas de clientes que llenaban el local hacía tan solo unos minutos habían desaparecido. A pesar de todo las luces seguían encendidas, muchas copas estaban llenas, otras en el suelo rotas donde también humeaban algunos cigarrillos. Pero lo que más me extrañó fue ver todas las prendas de vestir que se distribuían de forma más o menos azarosa por el suelo y el mobiliario del recinto.
Primero pensé que el local había sido evacuado por alguna emergencia, pero ¿qué emergencia haría necesario que los clientes se despojaran de su ropa antes de salir? Ese pensamiento me hizo llegar a la momentánea conclusión de que se trataba de algún tipo de broma muy elaborada, aunque dudaba que alguien se pudiera tomar tantas molestias solo para gastarme una broma.
Cuando salí al exterior seguí sin ver a nadie, a pesar de que el local se encontraba en una calle muy transitada, sobre todo los fines de semana por la noche.
No podía tratarse de una broma, no de semejante envergadura...
Por las aceras se distribuían aquí y allá diferentes tipos de prendas de vestir. En cuanto al tráfico rodado simplemente había quedado detenido, no había motores en marcha, solo los faros permanecían encendidos, como ojos de bestias desconocidas acechando en la oscuridad.
Miré en el interior de los vehículos que se mantenían inmóviles en mitad de la calzada con las luces encendidas y vi las ropas de sus ocupantes, pero no había el menor rastro de sus cuerpos.
Lo único que recuerdo de aquellos momentos es una frenética desesperación que me llevó a correr por las calles buscando a alguien, vi varios autobuses con el interior iluminado y que desde el exterior parecían estar vacíos, forcé la puerta de uno de ellos y entré, pero solo había ropas abandonadas sobre algunos asientos.
El auricular del teléfono de una cabina colgaba inerte sobre lo que parecía ser un vestido caído de forma descuidada en el suelo. Tomé el aparato y escuché, pero no reconocí aquel insólito sonido: una especie de zumbido muy constante, sin cambios ni alteraciones de ningún tipo. Introduje algunas monedas y pulsé el colgador para llamar a algún conocido, pero por más que lo intenté no conseguía oír nada más allá de aquel inquietante ruido.
Miré hacia el escaparate de una tienda de electrodomésticos en el que había varios aparatos de televisión encendidos que mostraban el rostro de una presentadora, pero eran imágenes completamente paralizadas, ni siquiera se apreciaba parpadeo o niebla. Algunas bandas horizontales cubrían parte de las pantallas, pero eran completamente estáticas. La sensación que recibí al mirar hacia el escaparate era la de que se trataba de una fotografía de este.
Continué corriendo por las calles mientras gritaba: "¿Hay alguien?" Pero el silencio era aterrador, insoportable, de hecho ni siquiera el eco me respondía, la sensación era espeluznante, y no mejoró cuando después de correr durante un buen rato llegué a un parque por el que pasaba a diario.
Lo que mis enrojecidos ojos contemplaron hizo que me desplomara sobre mis rodillas y que llorara como hacía años que no lo hacía: todo, absolutamente todo lo que estaba vivo se había esfumado, en lugares en los que hacía pocas horas yo misma había visto un tupido césped ahora solo podía ver tierra seca. También los arbustos habían desaparecido, sin embargo de los árboles permanecían en pie los troncos principales y las ramas más gruesas, de las más delgadas y de las hojas no quedaba el menor rastro: aquellos vegetales se habían convertido en una especie de macabros esqueletos que se alzaban como sombras de espectros amenazantes.
***
Andrea levantó la vista del manuscrito y lo puso sobre la mesita de noche mientras estiraba los brazos perezosamente.
—Entretenido —dijo—, pero no me parece muy original la idea de que alguien se quede solo en el mundo después de una catástrofe, es algo muy trillado, ahora mismo podría citarte por lo menos cuatro películas en las que pasaba algo así.
Mientras ella leía yo la contemplaba echado de costado, con el codo sobre la almohada. Después de casi un año de relación era la primera vez que dejaba que Andrea leyera uno de mis delirios. Normalmente mi timidez me impedía mostrar a nadie los desvaríos que garabateaba en aquel cuaderno, pero en aquella ocasión rompí la norma debido a su insistencia.
—Bueno —dije—, la originalidad está sobrevalorada, además no creo que esa sea la cuestión del relato. ¿Qué te hace suponer que hay una catástrofe de por medio?
—Da la impresión de que todos se han desintegrado. ¿Por qué sino iban a quedar solo las ropas?
—Las impresiones a veces son una forma de autoengaño.
—¿Y por qué esa fecha? ¿Por qué 1991?
—No sé, una fecha cualquiera.
—No es una fecha cualquiera, hoy es 20 de julio, es decir, has situado la historia exactamente veinte años en el pasado.
—No he caído en eso, supongo que he puesto esa fecha de manera inconsciente.
—Seguiré leyendo un poco más, y más tarde si te apetece bajaremos a tomarnos un café antes de ir un rato a tostarnos a la playa.
***
Creo que permanecí varias horas contemplando aquella macabra parodia de jardín, o tal vez fueron unos minutos. Por mi mente pasaron todo tipo de extrañas ideas, desde que aquello era una pesadilla de la que no podía despertar, hasta que había sobrevivido por alguna extraña broma del destino a algún tipo de mortífera arma de destrucción masiva. Incluso llegué a pensar que estaba muerta y que me arrastraba por una desconocida dimensión de ultratumba, una especie de paródico reflejo del mundo de los vivos.
Cuando paseé la vista accidentalmente por mi reloj casi no me sorprendió ver los mismos dígitos: 00:07. ¿Se había parado el tiempo? Pero idiota de mí, ¿cómo se va a parar el tiempo? Simplemente es que todo parecía haber dejado de funcionar, todo lo que era mecánico o eléctrico... sin embargo siendo así no tenía ninguna lógica que las luces permanecieran encendidas. ¿Tenía la luz algo que ver en todo esto, o es que sencillamente la lógica también había dejado de funcionar?
Me puse en pie y comencé a caminar sin tener claro hacia dónde ir. Pensé en la posibilidad de que esto solo hubiera pasado en la ciudad en la que me encontraba. En aquellos momentos me pareció buena idea dirigirme hacia el paseo marítimo, que no se encontraba demasiado lejos de la zona por la que caminaba, para intentar divisar las luces de algún barco, aunque fuera en la lejanía.
Durante el corto trayecto hasta la costa no encontré ni un solo ser vivo, ni siquiera un cadáver, salvo los de los árboles, que permanecían allí como retorcidas garras de inmensos monstruos que habían perecido afanados en salir de las profundidades de la Tierra.
Lo cierto es que a pesar de hallarme completamente sumergida en semejante locura no estaba preparada para lo que iba a encontrar.
Cuando alcancé el paseo marítimo escuché algo muy extraño, o más bien no escuché, porque lo verdaderamente chocante allí era ese silencio aterrador y absoluto: ¡no podía oír el romper de las olas!
Me dirigí hacia la playa y caminé por la arena en dirección al océano, hacia las tinieblas, dejando bastante atrás las luces que iluminaban la ciudad, pero no conseguí encontrar la orilla, ni siquiera había humedad.
Estaba tan conmovida que no reparé en que en mis inmediaciones reinaba una oscuridad absoluta... hasta que fue demasiado tarde.
Casi sin darme cuenta me despeñé por un pequeño precipicio rocoso: el golpe fue tan brutal que creí sentir como se rompían varios huesos de mi cuerpo.
Durante los minutos en los que yací en el fondo de aquella oscuridad el único pensamiento que llenaba mi aturdida mente era que había llegado el fin.
Pero por extraño que parezca, a pesar de todas esas desagradables sensaciones, no sentía dolor. Al principio eso me alarmó aún más, porque creí que con el golpe me había dañado la médula o algo así, pero poco a poco comprobé que podía moverme, hasta que logré incorporarme con una cierta prudencia.
¿Qué había ocurrido con el océano? Me encontraba en lo que había sido el fondo de este apenas unas horas antes y ni siquiera quedaban vestigios de una sola gota de agua en el lugar.
No podía ver nada, nada salvo una luz que destacaba a una distancia indeterminada en dirección hacia lo que antes había sido mar adentro. Así que caminé hacia ella con la esperanza de encontrar a alguien, no sé si durante horas o días, a veces arrastrando los pies sobre una fina arena, a veces sobre duras rocas. Sorprendentemente no me sentía cansada, pero cuando en uno de aquellos pasos se me dobló un tobillo caí de bruces sobre un terreno pedregoso y abrupto. Lentamente me incorporé hasta quedar sentada sobre el suelo y me descalcé.
El terror que había sentido hacía apenas unos instantes dio paso a una insólita sensación de asombro, no solo ante aquella lúgubre situación, sino ante la inexplicable ausencia de dolor a pesar de las violentas caídas. La única explicación que se me ocurrió entonces es que dicha ausencia era causada por toda la adrenalina que en aquellos momentos debía bullir por el interior de mi cuerpo. Me toqué el tobillo esperando sentir la hinchazón, pero no noté nada diferente, así que me incorporé y continué mi camino descalza.
Cuando finalmente alcancé mi objetivo me quedé estupefacta por aquella imagen casi imposible. Aquellas luces pertenecían a una embarcación que había caído sobre el fondo marino y yacía de costado, ofreciendo la vista de su cubierta iluminada por focos artificiales. Eran los restos del naufragio más absurdo y enigmático de la Historia, abandonados en el fondo de un mar inexistente y a causa de la inexplicable desaparición de este.
***
—¿Ya está? ¿No has escrito más?
—De momento no.
—¿Y qué pasa con Casandra? ¿Lo has pensado ya?
—No suelo premeditar lo que escribo.
—¿Entonces improvisas sin más?
—No exactamente, simplemente cojo el lápiz mientras estoy en ese limbo que existe entre el sueño y la vigilia, y escribo mis ensueños antes de olvidarlos. Esta noche he visto a Casandra tan claro como te estoy viendo a ti y la he seguido por su mundo. Después he visto como lo escribía todo en esa libreta que nombra en uno de los primeros párrafos, y entonces he despertado. Puede que otra noche vuelva a soñar con ella y pueda seguir con su historia o puede que no. Lo único que sé es que si no lo hubiera escrito recién despertado todo hubiera caído en el olvido.
—¿Y por qué antes me has dicho que no era una catástrofe si ni siquiera lo sabes?
—No he dicho que lo supiera, solo he dicho que las impresiones suelen ser engañosas.
—Bueno, ya que dices que has visto a esa Casandra tan claro como me ves a mí espero que no sea demasiado guapa, no me hace gracia que sueñes con otras —dijo medio en broma.
Poco después salimos a desayunar y a continuación nos dirigimos a una de las playas cercanas al hotel. Nos embadurnamos de crema protectora solar, nos dimos un chapuzón y nos tumbamos perezosamente bajo una sombrilla.
Mientras un irresistible sopor me invadía y mis párpados comenzaban a pesar, pensé en lo interesante que sería volver a soñar con Casandra y darme cuenta de que estaba soñando... sí... me encantaba la mezcla de dominio y asombro que me embargaba cuando tomaba conciencia de que estaba en un sueño...
Y vi a Casandra morando en su mundo eternamente oscuro y solitario, sentada en la terraza de un bar, en una calle iluminada artificialmente. Seguía escribiendo su historia en aquel cuaderno.
Miró su reloj, que continuaba marcando las 00:07 y comenzó a reír de manera histérica.
Entonces sucedió que comprendí, o creí comprender, que aquello pertenecía a mi propia mente y aquel sueño vivido se convirtió en lúcido. Seguramente fue por eso que dejé de ser un mero espectador incorpóreo y comencé a formar parte del sueño.
Casandra me observó durante unos interminables segundos con una expresión que combinaba miedo, incredulidad y demencia a partes iguales. Sin dejar de mirarme se levantó de la silla y caminó hacia mí. Cuando se encontraba a apenas un paso extendió la mano rozandome la mejilla con la punta de sus dedos de forma temblorosa y tímida.
—¿Eres real? —dijo casi sollozando—. ¿No estoy sola?
Casi sin darme tiempo a responder me dio un abrazo como nunca me lo habían dado, haciendo que aquel sueño comenzara a parecerme hiperrealista. Durante aquella momentánea unión pude sentir toda la angustia, desasosiego y desesperación a la que había sido sometida, pero también percibí el sincero alivio que mi presencia, la simple presencia de otro ser humano, estaba suponiendo para ella.
La causa de lo que sucedió a continuación es algo que no he llegado a comprender del todo, supongo que para mí solo era un sueño mientras que para ella yo era el único hombre que quedaba en la Tierra. La cuestión es que nos vimos arrastrados por un apasionado frenesí erótico que nos llevó a caer rodando por el suelo, derribando todo el mobiliario de la terraza que se ponía en nuestro camino, mientras nos arrancábamos la ropa. No era la primera vez que me veía envuelto en un sueño erótico, pero créeme si te digo que jamás había tenido uno tan real. La culminación de aquello fue como volar desde aquella lóbrega calle hasta la cumbre de una montaña que en ese momento estalló, convirtiéndose en un violento volcán.
Quedamos exhaustos durante unos minutos, hasta que finalmente Casandra rompió el silencio:
—No sabes cuánto me alegro de haberte encontrado. ¿Sabes si hay alguien más?
—He estado contigo desde que empezaste a escribir en ese cuaderno, y aunque este es mi sueño lo único que sé es lo que has puesto ahí. Dime, ¿qué representas en mi mente? ¿Qué pretende mi subconsciente con todo esto?
Me miró con ademán compasivo y respondió:
—También debes haber pasado mucho tiempo solo, como yo al principio de esta locura has creído que todo es un sueño. Debo llevar años vagando por este descabellado mundo sin lógica ni razón. ¿Cómo se explica que sigamos vivos si todo el agua y los alimentos han desaparecido? Y aunque echo en falta poder saborear una buena comida, desde que pasó esto no he sentido hambre ni sed. Tampoco he conseguido hacerme daño, es imposible romperse algo y mucho menos suicidarse. Además, los objetos son irrompibles, pero las máquinas no funcionan, salvo las que emiten luz, que se han convertido en focos perpetuos. A pesar de todo, esto es demasiado real para ser un sueño.
—Pero lo es, y tú eres una sombra de mi mente, un personaje. Si no intenta dar otra explicación, según escribiste en ese cuaderno estudias física, ¿no?
—¿Cómo sabes eso?
—Ya te he dicho que he visto todo lo que escribías.
—Entonces no sabes nada, solo he plasmado el principio en ese cuaderno...
—No importa, la cuestión es que no hay fenómeno físico que justifique esto. Todo es tan descabellado que la única conclusión posible es que sea un sueño. ¿O acaso puedes ofrecer una explicación mejor?
Casandra miró a su alrededor con ademán dubitativo y respondió:
—Es como si las leyes de la termodinámica funcionaran a medias, pero por lo que sé eso es imposible. El problema es que yo me considero real, por lo que si se tratara de un sueño tú solo serías un personaje, sin embargo insistes en que esto es tu sueño. ¿Y si ambos fuéramos reales? ¿Cómo iba a ser esto un sueño?
—Normalmente cuando tomo conciencia en los sueños puedo modelar el entorno hasta cierto punto. Te daré una prueba, o mejor dicho me la daré a mí mismo, de que el personaje eres tú, y de que ahora estoy durmiendo.
Busqué objetos a mi alrededor para hacer lo que sabía que podía hacer cuando tomaba conciencia durante mis sueños. Detuve mi mirada sobre una de las mesas y me concentré en ella con la idea de transformarla en otro objeto, pero en lugar de eso se desvaneció poco a poco convirtiéndose en un espectro y desapareciendo completamente.
No era el resultado esperado, pero con aquello creí demostrarme a mí mismo que me encontraba en alguno de mis enrevesados mundos oníricos.
Casandra se puso en pie y dijo mientras echaba a correr:
—¡Eres uno de ellos!
—¿Qué quieres decir con eso...?
Di un salto que me llevó casi volando hasta caer de nuevo frente a ella.
—Quiero comprender el significado de esto, no huyas.
Cuando intentó escapar de nuevo la sujeté como pude mientras trataba de tranquilizarla.
—Te juro que no sé a lo que te refieres con lo de "ellos" y que no quiero hacerte daño.
Me miró durante un segundo y después se zafó con un movimiento tan brusco que casi me derriba.
—Eso que has hecho solo se lo he visto hacer a ellos.
—Aquí estamos tú y yo, no hay nadie más. Lo he hecho para demostrarte... demostrarme a mí mismo sin ninguna duda que estoy soñando.
¬—Pues te equivocas, porque si estuvieras soñando yo no sería real, y te aseguro que lo soy.
—¡Venga ya! Ahora mismo estoy tumbado en la playa, junto a Andrea.
—Sí, y yo fumándome un cigarrito en el váter, ¿no te jode? Los dos somos víctimas de algo desconocido... sea lo que sea.
—Esto me está cansando. Voy a cambiar de sueño o a despertar.
Cerré los ojos, apretando los párpados con fuerza, pero cuando volví a abrirlos nada había cambiado y Casandra me seguía mirando con expresión incrédula. Probé con el clásico sistema de pellizcarme, sentí como mi piel se estiraba, pero absolutamente nada de dolor.
—Quiero despertar.
—Déjalo, no sirve de nada, si como dices esto es un sueño debe ser eterno... a lo mejor estamos en el más allá.
Después de decir esto su mirada quedó fija en algo que estaba a mis espaldas.
—¡Sígueme, rápido! —exclamó mientras entraba en el interior del local, al que aparentemente pertenecían las mesas y sillas que habíamos derribado, y saltaba detrás de la barra.
La obedecí sin hacer preguntas, pero mientras lo hacía pude ver por el rabillo del ojo que varias formas luminosas se movían en la lejanía, casi al final de aquella solitaria avenida.
—¿Qué es eso? —pregunté en voz baja mientras me escondía a su lado.
—Si solo sabes lo que puse en el cuaderno no sabes nada... A veces por este mundo se mueven seres que no sabría ni como empezar a describir, pero ahora no es momento de hablar.
No sé si estuvimos allí varios minutos o varias horas aguardando, porque indudablemente un profundo misterio flotaba en el ambiente de aquel mundo, algo que impedía al cerebro calibrar el paso del tiempo con objetividad, algo similar a lo que ocurría en el legendario intramundo de Pellucidar.
Finalmente me asomé despacio y miré en dirección a la puerta, y en principio no distinguí nada anormal, salvo la calle vacía. De pronto el nivel de luz se elevó, como si hubieran encendido una docena de bombillas, y a continuación vi pasar a la criatura más quimérica que mis ojos habían contemplado nunca.
Era una especie de masa que se sostenía por numerosas patas, alcanzando una estatura que doblaba a la de cualquier ser humano, pero lo verdaderamente insólito es que parecía estar hecha de luz a pesar de que no deslumbraba. Era transparente, con una apariencia casi incorpórea, pero su irradiación era suficiente como para iluminar todo lo que había a su alrededor.
Quedé tan sobrecogido por aquella visión que no noté como Casandra tiraba de mí para que me agachara. La criatura se detuvo frente a la entrada y dobló sus patas para traspasarla, pero en lugar de eso se quedó inmóvil bajo el dintel de la puerta. De pronto levantó dos de aquellos apéndices, que parecían funcionar a modo de patas tremendamente flexibles, y con la velocidad de un rayo los proyectó contra nosotros haciendo que cuadruplicaran su tamaño y nos atraparan enroscándose alrededor de nuestros cuerpos como si de dos enormes serpientes pitón se tratara.
***
Desperté con la respiración agitada mientras mi corazón parecía luchar por mantenerse en su sitio.
A esa hora del día el sol lo bañaba todo, puede que aquella luminosidad se filtrara a través de mis párpados para crear el espectral monstruo con el que acababa de soñar. Aún así la luz de la que parecía estar hecho era muy diferente de la diurna. Escuché el romper de las olas en la arena y respiré hondo sintiendo el olor de la brisa marina. Definitivamente aquellas sensaciones eran muy diferentes de las del tétrico mundo del que había despertado.
Andrea estaba tumbada a mi lado, se sentó sobre la estera y dijo mientras me miraba por encima de las gafas de sol:
—¿Qué pasa? Tienes mala cara.
—Una pesadilla.
Narré el curioso sueño que acababa de experimentar, pero omitiendo el detalle de mi encuentro sexual con Casandra.
—Lo raro ha sido que no podía despertar, normalmente cuando tomo conciencia de que estoy en un sueño me cuesta mantenerme en él, pero esta vez me he sentido encerrado.
—Lo que pasa es que te estás obsesionando con tus sueños, disfruta de las vacaciones y no pienses más en ello —mientras decía esto se tendió bocabajo y continuó—. Ponme un poco de crema por la espalda.
El resto de la mañana hice todo lo posible por no dormir. Paseamos por la playa hablando de cosas triviales y nos dimos algún que otro chapuzón. Al final decidimos almorzar en la terraza de uno de los bares que circundaban el paseo marítimo, y para cuando nos habíamos sentado el recuerdo del sueño se había tornado una sombra difusa.
Andrea se levantó con el pretexto de ir al servicio. Durante su ausencia paseé ociosamente la vista, hasta que esta se detuvo en una mujer que se encontraba sentada en uno de los veladores y que me mirada fijamente.
Mi primera impresión fue esa especie de flash que se tiene cuando crees conocer a alguien, pero que en ese momento tu mente no consigue decirte de quién se trata. Aunque dicha impresión se esfumó en un abrir y cerrar de ojos, porque al instante todos los recuerdos del sueño se hicieron presentes. Ahora no tenía ninguna duda de que esa persona era Casandra.
Si aquella mujer había estado por la zona puede que el día anterior reparara en ella inconscientemente y por eso apareció en mi sueño, ¿qué otra explicación podía haber? Además, cuando me fijé en ella con más detalle me percaté de que tenía unos treinta y muchos o cuarenta y pocos años y no los veintitantos de la chica de mi sueño.
A pesar de los argumentos que mi propia mente racional urdía no dejaba de inquietarme el hecho de que me mirara tan fijamente, y menos aún cuando se levantó y se dirigió hacia mí.
—¿Puedo sentarme? —preguntó.
Yo asentí nerviosamente, y un instante después la tenía sentada frente a mí.
—Es increíble —dijo sin apartar la mirada de mi rostro.
—¿No... nos conocemos?
—Claro que nos conocemos. Sé que sonará un poco raro, pero para mí han pasado veinte años, sabía que ibas a estar aquí por la información que me diste entonces, aunque puede que para ti eso todavía no haya pasado —buscó en su bolso hasta que encontró un bolígrafo y escribió algo en una servilleta de papel que dejó sobre la mesa—. Debemos hablar tranquilamente, por favor, búscame después de medianoche en la dirección que he apuntado.
Sin mediar más palabra se levantó y desapareció de mi vista, pero por más que miré a mi alrededor no conseguí averiguar en qué dirección se había marchado.
¿Acaso había tenido un falso despertar y todavía continuaba soñando? Tomé el trozo de papel y miré la dirección escrita en él con escepticismo, guardándolo un instante antes de que Andrea apareciera de nuevo.
—¿Qué pasa? Si hubieras visto un fantasma no pondrías una cara peor.
Por un momento dudé sobre si debía contar lo que acababa de suceder, pero temí que creyera que me estaba volviendo loco, así que le dije que estaba un poco mareado e hice como si nada de aquello hubiera pasado. Sin embargo mis pensamientos no conseguían alejarse de todo aquel asunto. ¿Cómo hubiera podido olvidar aquello sin más?
Sin duda Andrea percibía algo extraño en mí, porque a lo largo de aquella tarde me preguntó en varias ocasiones si todo iba bien, pero fui incapaz de hablar del tema, ¿qué hubiera pensado? Ese día yo mismo estaba dudando de mi cordura.
Después de comer volvimos a la playa, donde permanecimos hasta poco antes del ocaso, cuando regresamos al hotel para prepararnos y salir a cenar. Más tarde entramos en un par de locales y tomamos algunas copas, pero con la excusa de que me sentía cansado hice que volviéramos pronto al hotel.
Cuando Andrea fue vencida por el sueño me vestí con todo el sigilo que pude y salí a hurtadillas de la habitación. Bajé a recepción y pregunté sobre la dirección que aquella misteriosa mujer me había dejado escrita. Por suerte desde el hotel quedaba a unos diez minutos a pie, así que me dirigí hacia el lugar en cuestión.
Se trataba de una avenida muy transitada, pero el número apuntado en el papel parecía corresponder con la entrada de un local abandonado hacía mucho. El único acceso era una puerta que se encontraba al final de unas escaleras que bajaban varios metros hacia las tinieblas. El lugar estaba abandonado y sucio, y por el olor no cabía duda de que aquel tramo de entrada era frecuentemente usado como retrete público.
"¿Qué estoy haciendo aquí?" me preguntaba con cada paso mientras bajaba recelosamente, al tiempo que mis pies aplastaban cosas que no alcanzaba a ver. Unos pasos sonaban como cristales rotos, mientras que en otros las suelas de mis zapatos se deslizaban ligeramente como si patinaran sobre algún tipo de mantequilla gelatinosa.
Cuando finalmente alcancé el último tramo de la escalera mis manos dieron con una reja metálica que bloqueaba el acceso a la puerta, pero al moverla comprobé que se plegaba hacia un lado casi sin resistencia. Un estridente e irritante eco metálico se abrió paso por las tinieblas cortando aquella viciada atmósfera.
Ahora me encontraba frente a la puerta. Tanteé buscando algún pomo o picaporte, pero el ligero empujón que le di al intentarlo bastó para que se abriera emitiendo un leve chirrido. Un tenue resplandor se filtraba a través de la hendidura que dejaba la puerta entreabierta. Me asomé con el sigilo de alguien que desea y a la vez teme descubrir un oscuro y profundo secreto.
La luz procedía de una gran linterna con lámpara fluorescente que estaba sobre una mugrienta mesa y que iluminaba buena parte de la estancia, dejando ver que antaño aquello había sido una especie de sala de fiestas, pero que ahora se encontraba muy deteriorada. Se podría decir que era imposible andar sin que alguna tela de araña se adhiriera a cualquier parte del cuerpo.
Apenas traspasé el umbral una voz me sobresaltó:
—Aquí comenzó todo para mí.
De la oscuridad emergió el rostro de Casandra. Se acercó y me besó suavemente en la boca, después me miró durante unos segundos antes de continuar:
—Tenemos que aclarar muchas cosas. ¡Me gustaría hacerte tantas preguntas! Claro que supongo que tú también a mí.
—¿Preguntas? No sabría ni por donde empezar… Es fascinante descubrir que alguien que creí un personaje existe de verdad. ¿Quién eres? ¿Cómo has entrado en mis sueños? ¿Por qué me has hecho venir hasta aquí?
—Mi nombre es Casandra, creo que ya lo sabes. La segunda pregunta es más difícil de responder, pero lo intentaré. En cuanto a por qué aquí ya te lo he dicho: es donde empezó todo para mí.
—Supongo que este era el lugar en el que trabajabas hace veinte años.
—Sí, aquel día no comprendí nada. Y no es que ahora tenga todas las respuestas, pero entonces pensé que el mundo había acabado. Hasta que apareciste tú y me ayudaste a escapar.
—¿Escapar? ¿De dónde?
—Todo a su tiempo, porque cuando escapé seguía sin tener ni idea. Es complicado de explicar, digamos que después de estar perdida durante años volví al mismo instante en que todo empezó, aquí mismo, como si aquello hubiera sido una ocurrencia instantánea de mi mente. Al principio estuve tentada de tomarlo todo como un sueño, pero me resistí a ello, y el asunto nunca dejó de obsesionarme, a pesar de que seguí adelante con mi vida, terminé mis estudios y conseguí dedicarme a la investigación. Bueno, no te aburriré con detalles biográficos. La cuestión es que ahora estoy al frente de un ambicioso proyecto. Al principio no se me ocurrió relacionarlo con lo que pasó, hasta que el otro día te vi, entonces parte del rompecabezas comenzó a encajar.
—¿Qué clase de proyecto?
Casandra vaciló unos segundos antes de responder:
—Digamos que su principal objetivo es el teletransporte, aunque las consecuencias ya ves que han sido imprevisibles.
—No lo entiendo, no sé si creerte. ¿Teletransporte? Aunque algo así fuera posible, ¿qué tiene que ver con lo que nos está pasando?
Casandra esbozó una sonrisa y continuó:
—Bueno, no es fácil resumir este asunto, pero trataré de ser breve y clara. Verás, el quid de la cuestión está en que el teletransporte no es viable en la forma en que estamos acostumbrados a ver en la ciencia ficción: desintegrando un objeto, transmitiendo información y construyéndolo en otro lugar. Si hiciéramos eso, al intentarlo con un ser consciente, lo mataríamos para crear una copia de él, y en alguna parte del proceso se perdería para siempre su conciencia.
»A pesar de esto, finalmente creímos dar con una solución. Al parecer había que enfocar el problema de otra manera, así que partimos de la base de que la realidad solo es una construcción de nuestra mente, una especie de sueño consensuado. Por lo tanto, para conseguir el verdadero teletransporte, se hacía necesario llegar a la misma esencia de la existencia: a la conciencia, e indagar sobre el papel de esta en la construcción de la realidad.
»La idea es que el espacio y el tiempo tal como los concebimos son una ilusión, eso sí, una ilusión basada en información real que es compartida por toda una red de conciencias. Así que la solución radica en alterar dicha información, de esta manera la realidad sería reconstruida para que la ilusión de que el objeto teletransportado llega al lugar de destino sea completa.
—¿Me dices que esto es una ilusión? —dije mientras golpeaba con mis nudillos la polvorienta mesa sobre la que estaba el fluorescente.
—En realidad el universo es un holograma, algo parecido a un juego de ordenador. Cuándo te mueves por una realidad virtual el espacio se va construyendo para ser visualizado por una pantalla desde el punto de vista del jugador, pero ese espacio no es real, ni siquiera el movimiento, solo es información. La diferencia radica en que desconocemos el soporte (si es que existe) de la información que constituye el universo, y que en lugar de ser procesada por una máquina es procesada por una red de conciencias, de esta manera estas conciencias generan los mundos en los que paradójicamente quedan atrapadas.
—Perdona mi ignorancia, pero ¿qué aplicación práctica pueden tener ideas tan abstractas?
—Verás, desarrollamos unas cámaras completamente aisladas y experimentamos con animales, bombardeando sus cerebros con distintas frecuencias de pulsos binaurales. Aparentemente no ocurría nada, claro que ellos no podían hablarnos sobre sus vivencias, así que finalmente conseguí permiso para experimentar conmigo misma, y cuando lo hice siguió sin pasar nada de nada.
»Pero poco después te vi y comprobé con total certeza que lo que me había ocurrido veinte años atrás no había sido una locura, sino sencillamente que el experimento había actuado sobre mi mente de forma regresiva, y había operado a niveles donde, como ya he dicho, el tiempo no existe como nosotros lo concebimos. No sé por qué alteró precisamente aquel momento de mi vida, pero así fue. El intento de teletransporte fracasó y mi mente rehizo una realidad incompleta y adulterada en la que se perdió completamente la socialización con otras conciencias.
—Todo eso está muy bien, pero ¿qué pintan mis sueños en todo esto?
—Los sueños tienen que ver mucho con el proyecto. Mientras estos se producen la conciencia reconstruye la realidad de otra forma, puede que creando nexos con otras conciencias con las que no tiene contacto durante la vigilia.
—Pero los sueños son fantasías.
—Verás, cuando se mide la actividad cerebral mediante electroencefalograma, en una persona que está imaginando se activan unas áreas concretas del cerebro. Digamos que si te imaginas a ti mismo escalando una montaña funcionarán ciertas partes de tu cerebro. En cambio si sueñas que estás escalando una montaña no se activarán dichas áreas de la imaginación, sino las mismas que se activarían si estuvieras escalándola durante la vigilia. Esto me dio la idea de que de alguna manera lo que verdaderamente hacemos cuando soñamos es captar realidades alternativas. La mente puede construir la realidad de distinta manera a partir de la información procedente del mundo cuántico.
—Lo siento, pero no soy capaz de creerme eso. Si en un sueño me lanzo por un precipicio puede que salga volando o puede que me estrelle contra el fondo, y al hacerlo a lo mejor sigo soñando o a lo mejor no, pero no moriré, como mucho me despertaré en mi cama con un ligero sobresalto.
—Hablamos de realidades distintas, a veces con leyes naturales tan diferentes que escapan a nuestro sentido común, incluso en algunas de estas tu mente crea las normas. Además, ¿quién te dice que cuando caes en un sueño y despiertas lo que has hecho no haya sido morir en otra realidad? ¿Cómo sabes si la muerte no es más que un despertar más? Aunque esto ya son elucubraciones más filosóficas que científicas.
—Más bien suena como la doctrina barata de una secta religiosa. Además, supongamos que asumo que tú hayas caído en un estado alterado de conciencia a causa de un intento fallido de teletransporte. Eso no explicaría, al menos para mí, que te hayas convertido en una suerte de Freddy Krueger, ni explicaría qué pinto yo en todo esto.
—Ese es uno de los misterios de este asunto, intuyo que cuando comencé a escribir en aquel cuaderno establecí una conexión contigo. Creo que los sueños y las creaciones artísticas en realidad son túneles que conectan conciencias que habitan diferentes realidades. En este caso ocurrió que ese túnel funcionó como una llamada de socorro.
—¿Por qué conmigo?
—No sé, puede que por tu facilidad para tener sueños lúcidos, o tal vez porque haya algún vínculo especial entre nosotros, ¿quién sabe? De todas formas eso ahora no importa, lo primordial es que debes volver para ayudarme a escapar de aquel mundo oscuro.
—¿Y qué hay de esos monstruos de luz que nos atraparon? ¿Qué son?
—Al principio pensé que eran formas de vida autóctonas de esa realidad, pero en ese mundo no puede haber vida, salvo la que se filtra accidentalmente. Allí nada envejece y nada muere, y sin envejecimiento ni muerte no puede haber evolución. Allí tampoco existe una disposición natural hacia el caos: la dimensión temporal de esa realidad no es del todo asimétrica, no tiende a la máxima entropía. Digamos, para entendernos, que el fluir del tiempo es como un arroyo algo estancado, por eso la mente se siente aturdida: falla al calibrar el paso del tiempo y los recuerdos se fijan de una forma bastante tenue.
—Entonces, ¿qué hacían allí esos monstruos?
—¿Quién sabe? ¿Quizás sean viajeros de alguna realidad exótica? Lo cierto es que no lo tengo nada claro.
—¿Y cómo se supone que te ayudaré... o te ayudé a salir de allí?
—Cuando vuelvas a verme, es decir a mi versión más joven, debes de hacerme desaparecer como lo hiciste con aquella mesa en nuestro primer encuentro, es la única forma de morir en ese mundo, entonces regresaré a 1991 y viviré para contarte lo que te estoy contando ahora.
—De todas formas estás aquí. ¿Qué pasaría si decido no hacerte caso? ¿Acaso no sería una paradoja?
—No lo sé, mi memoria me dice que lo hiciste. Pero puede que tú no me rescataras, sino otro onironauta idéntico a ti, procedente de otra realidad... o puede que no tengas elección, que el libre albedrío no sea más que una ilusión y que conocer el futuro no te capacite para cambiarlo.
—¿No has probado rescatarte a ti misma?
—Lo he intentado, pero parece que a la única que he conseguido hacer llegar hasta esa realidad ha sido a mi yo del pasado.
Sin razón aparente la luz de la linterna comenzó a parpadear, primero de forma rápida, haciendo que todos nuestros movimientos parecieran una secuencia de imágenes casi discontinuas. Después el ritmo se ralentizó hasta alcanzar una frecuencia de un segundo.
Todo quedó a oscuras durante un instante, tras el cual volvió a iluminarse parte de la estancia.
Así comenzó algo similar a un latido, el fluorescente se encendía y se apagaba de forma regular, como si un niño invisible jugara con el interruptor.
En uno de aquellos centelleos mis fatigados ojos contemplaron algo muy difícil de describir: era como si la luz no fuera continua, tuve la absurda impresión de que esta era algo sólido que llenaba el espacio plegándose y estirándose para formar misteriosas estrías. Pero cuando creía, o más bien intuía, ver algo las tinieblas volvían a dominar toda la sala.
De pronto todos aquellos bucles incorpóreos que parecían ser emitidos por la linterna en cada latido tomaron una terrorífica forma en mi mente: tentáculos de luz que crecían con cada pulso, como si cada destello fuera un soplo que los inflara cual globos etéreos.
Finalmente la linterna estalló emitiendo un chasquido, pero la estancia siguió iluminada por la horripilante criatura de luz que parecía haber surgido del interior del aparato, como si este, en lugar de ser un simple emisor, fuera una fisura por la que la luz se derramara desde alguna dimensión desconocida, y por la que accidentalmente se colara aquel inverosímil y espeluznante engendro.
—¡Vamos! —gritó Casandra mientras me agarraba del brazo y tiraba de mí hacia la puerta.
Corrimos hasta la salida de aquel lúgubre lugar sin mirar atrás y subimos a toda prisa las escaleras que conducían a la calle. Y a punto estuvimos de conseguirlo, de no ser por algo que se enredó alrededor de mi tobillo derecho, haciéndome caer boca abajo contra el húmedo suelo. Me giré para mirar lo que me agarraba y pude ver varios largos tentáculos de luz que salían de la puerta, por donde asomó la criatura.
Otro de aquellos grotescos apéndices había atrapado a Casandra por la cintura impidiendo que escapara. Esta se afanaba en una inútil lucha hasta que el extremo de otra de aquellas monstruosas extensiones se hundió en su frente como si de una lanza espectral se tratara.
Lo que sucedió a continuación es algo que desde entonces no he conseguido dejar de ver cada vez que cierro los ojos y que ni siquiera sé como describir.
Casandra se convirtió lentamente en luz.
Primero su piel se iluminó durante un corto instante, desprendiendo un halo que se dispersó en una especie de bruma que dejó en carne viva todos sus músculos. Después estos corrieron la misma suerte, dejando visibles huesos, tendones y órganos internos, que finalmente fueron desapareciendo dando paso a la visión de un blanquecino esqueleto que poco a poco mutó en un neblinoso espectro.
Durante un momento aquel ser continuó aprisionando a una versión de Casandra que parecía estar hecha de luz, hasta que terminó por aspirarla completamente a través del tentáculo que un instante antes había tocado su frente.
En esos momentos estaba tan horrorizado que dejé de luchar por liberarme, a pesar de que uno de aquellos mortíferos tentáculos acababa de penetrar en mi cabeza.
Extrañas visiones se atropellaban en mi maltrecha mente mientras podía notar como algo hurgaba en lo más profundo de esta. Cuando sentí que aquel ente trataba de absorber mis recuerdos me resistí con cada fibra de mi ser.
Ignoro lo que pasó, la cuestión es que poco a poco aquel monstruo parecía ir desgastándose, disolviéndose en el aire, dejando tras de sí una neblinosa estela de gas fluorescente, como si se tratara de un cometa que pasaba por las cercanías del Sol. Paulatinamente las presiones en mi tobillo y en mi cabeza fueron disminuyendo hasta desaparecer por completo.
***
Desperté semitumbado en un diván, al lado del cual se sentaba un hombre que anotaba algo en una libreta.
—¿Qué ha pasado? —pregunté.
—Se ha alterado bastante, por lo que he tenido que interrumpir la sesión. ¿Cómo se encuentra?
—No lo sé, no he venido a usted para esto. Ya le he contado la historia varias veces.
—¿Después de aquella noche no ha vuelto a tener alucinaciones ni sueños extraños?
—Hace ya seis meses que pasó aquello. En este tiempo he intentado volver al mundo oscuro para ayudarla, pero por alguna razón me ha sido imposible tener un sueño lúcido. Ni siquiera he tenido sueños normales, o al menos no los recuerdo. Lo intenté todo, incluso recurrí al LSD y a la mescalina, pero todo fue en vano. Empiezo a creer que cuando aquella criatura me tocó me hizo algo, sin duda se llevó una parte de mí.
—¿Qué vio exactamente cuando le tocó?
—No sabría describírselo. Yo diría que eran mundos, infinidad de mundos, y al igual que este solo eran hologramas. Sé que es una locura, pero creo que aquellas entidades de luz tienen que ver con el verdadero soporte de la información de todos estos mundos, y que el experimento de Casandra había causado una singularidad que las había puesto en alerta. Aunque solo atisbé una ínfima parte, gracias a que la naturaleza de la criatura le impidió mantener su coherencia en nuestro universo. De no ser así creo que aquello hubiera triturado mi mente.
—Durante los últimos meses su vida ha sufrido cambios muy drásticos: su pareja le ha abandonado y le han despedido de su trabajo. ¿No echa de menos su antigua vida? Lo ha perdido todo por perseguir una fantasía. Debe asimilar que esos seres de los que habla son espejismos, y que nunca ha existido ninguna Casandra. Se trata de una parte de usted mismo que por alguna razón está boicoteando su vida.
—No he venido para que me diga lo que es real y lo que no. Si algo he aprendido de todo esto es que de eso no tenemos ni puñetera idea. No necesito que indague más en mis recuerdos. Lo que quiero es que me induzca un sueño lúcido por hipnosis.
—Mi intención es llegar al fondo de la cuestión para ayudarle.
—Míreme. Cuando paso delante de un espejo soy incapaz de reconocerme, en estos meses he perdido casi veinte kilos y he envejecido diez años, ya casi no recuerdo ver mi reflejo sin estas ojeras negras... Necesito su ayuda para cerrar este asunto. ¿Qué podemos perder? En todo caso no creo que haga daño.
El hombre pareció meditarlo durante unos segundos, y a continuación dijo:
—Está bien, si así le demuestro que todo es un engaño de su mente.
—Probablemente sea así en la realidad que comparto con usted, pero ahora no me cabe duda de que hay tantas realidades diferentes como seres vivos en el cosmos.
—Es un punto de vista interesante. En fin, si le parece podemos comenzar. Póngase cómodo.
Me tumbé e intenté concentrarme en su voz. Después de unos segundos continuó:
—Relaje todos sus músculos... respire muy lenta y profundamente... cierre los ojos y trate de visualizar un tranquilo lago rodeado por árboles que se mecen suavemente por el viento... Ahora contaré hasta veinte, y gradualmente se irá relajando más y más hasta llegar a un estado de profunda relajación. Uno... dos...
»Veinte... Ahora puedes ver a Casandra atrapada en su mundo, pero sabes que solo es un sueño, sabes que...
Paulatinamente la voz de aquel hombre dejó de oírse y me encontré de nuevo consciente de que estaba en un ¿sueño?
Pero el entorno era diferente. Me encontraba en un lugar inundado de luz, de hecho era un vacío que parecía infinito, pero en el que no cabía la oscuridad, ni siquiera una sombra.
Todo el espacio, hasta donde alcanzaba la vista, estaba surcado por una maraña de caminos de luz que se extendían y ramificaban en numerosas dimensiones espaciales. Parecía haber múltiples arriba y abajo, todo era relativo al camino por el que se anduviera.
A veces los senderos tomaban una pendiente de noventa grados o se retorcían colocándose bocabajo respecto al tramo anterior, formando bucles imposibles o paradojas espaciales indescriptibles.
La impresión general era la de estar perdido dentro de un grabado de Escher.
Criaturas de luz similares a las que había visto en el mundo oscuro flotaban estáticas en el vacío, distribuyéndose de forma irregular hasta donde alcanzaba la vista. Pero sus tentáculos ahora no hacían las veces de extremidades para desplazarse, sino que se alargaban en cualquier dirección y de forma desproporcionada, a veces conectándose a otras criaturas cercanas, a veces hasta otras muy lejanas y a veces perdiéndose en la lejanía.
Comprendí que aquellos seres eran en realidad algún género de neuronas. Sin duda formaban parte de una inteligencia inconmensurable. Los límites de aquella descomunal red neuronal debían perderse en un infinito desconocido.
Caminé por uno de aquellos caminos flotantes durante un tiempo indeterminado hasta que pude ver algunas figuras oscuras que aparecían y desaparecían en puntos donde varios apéndices convergían. Tomé uno de los caminos por los que supuse que me acercaría a alguno de estos puntos.
Lo que vi, como todo lo que había en aquel mundo, es difícil de describir.
Digamos que aquellas figuras oscuras eran grietas. Me asomé por una de ellas y vi escenas de diferentes mundos, incluido el mío propio. ¡Grietas abiertas por nuestras lámparas, por las que la luz escapaba desde allí hasta nuestra realidad! ¿Era aquello un universo invisible que estaba aquí al lado o nuestro mundo tan solo era un sueño o una ficción imaginada por aquella macromente?
En otros puntos de convergencia de los "axones" había enormes ovoides de luz, sostenidos por largos tentáculos que se enrollaban a su alrededor, y en cuyo interior había encerradas todo tipo de criaturas que, aunque parecían estar hechas de materia al igual que yo, eran desconocidas para mí. No tengo claro qué es lo que estaba viendo. ¿Se trataba de una especie de zoo cósmico o aquellos seres eran el producto de la imaginación de aquella mente? Si era así aquel universo era tan exótico que la realidad parecía estar construida con luz, mientras que lo imaginado era la materia sólida.
Fue dentro de uno de aquellos ovoides donde encontré a Casandra, de nuevo con el aspecto juvenil que tenía la primera vez que la contemplé en mis sueños. Estaba sentada en una de las paredes mientras escribía algo en su cuaderno.
Su ovoide flotaba a pocos metros del camino por el que yo deambulaba, así que tomé impulso y salté hacia él, atravesando la pared como un fantasma y cayendo junto a Casandra.
No tardamos en abrazarnos con el mismo ímpetu que en nuestro primer encuentro.
—¿Cómo me has encontrado? —dijo.
Antes de darme tiempo a responder la pared de aquel habitáculo comenzó a evaginarse, como si estuviera hecha de goma, hasta el extremo de que un trozo de esta se separó tomando la forma de una de aquellas criaturas de múltiples patas. Aquel ser proyectó sus apéndices hacia mí para atraparme.
Traté de concentrarme en la criatura para hacerla desaparecer. Por un momento pensé que llegaría a funcionar, ya que se quedó inmóvil. Pero aquello duró apenas un instante. Sin darme tiempo para reaccionar recibí un latigazo con tal fuerza que me lanzó por los aires haciéndome rebotar de un lado a otro, arriba y abajo, por todo el habitáculo.
Después de varios golpes quedé tumbado, medio mareado. Me incorporé a medias, miré a Casandra y apunté la palma de mi mano hacia ella, concentrándome en hacerla desaparecer. Tuve el impulso de decirle que me buscara veinte años después en la misma ciudad en que todo comenzó para ella, pero recordé cómo nos encontró aquel ser y lo que le pasaría a ella. Pensé en nuestra conversación sobre el libre albedrío y en la posibilidad de cambiar su futuro.
—¡Nunca me busques, olvídate de mí porque jamás existí, todo esto solo ha sido un sueño! —grité un instante antes de que se evaporara en la nada, como una hermosa versión del gato de Cheshire.
Cuando Casandra se desvaneció aquel ente quedó inmóvil durante un instante, después desapareció fundiéndose con la pared, que quedó oscilando cual lámina flexible.
Traté en vano de despertar, grité que quería salir de allí, me lancé contra la pared, pero rebotaba como si topara con una colchoneta de saltos.
Estaba atrapado, pensando que jamás despertaría, cuando me percaté de que Casandra había abandonado su cuaderno y su desgastado lápiz.
En ese instante recordé la forma en que ella había establecido un involuntario canal de comunicación conmigo mediante aquel objeto.
Así que decidí escribir esta historia con el propósito de establecer contacto con mi mundo, ¿quién sabe si a través de ti?
Tal vez esta noche sueñes con un mundo insólito e inconcebible... si es así espero que me encuentres para ayudarme a escapar.
Tal vez no tardemos en conocernos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario