El descubrimiento.
Hace más de un año que tanto yo como los miembros de mi equipo guardamos silencio, quizás porque tememos que nos tomen por locos, quizás por miedo a que nos acusen de falsificadores o de mentirosos.
Hace más de un año que tanto yo como los miembros de mi equipo guardamos silencio, quizás porque tememos que nos tomen por locos, quizás por miedo a que nos acusen de falsificadores o de mentirosos.
Alterna la lucidez
del Paraíso Con la noche profunda, plena de terrores.
Goethe
La noche profunda y eterna, siempre eterna...
Acabo de llegar a lo que parece un pequeño pueblo, pero todo permanece igual, sea cual sea mi destino invariablemente me acompañan el silencio y la oscuridad.
A pesar de que algunas luces artificiales resplandecen, sin ningún control y sin ninguna explicación, el resto del mundo está envuelto en unas profundas y desesperantes tinieblas. Pero lo peor es el cielo, este cielo oscuro en el que no se distingue absolutamente nada, ni sol, ni luna, ni estrellas, ni siquiera las estriaciones de alguna nube, por extraño que parezca no hay nubes, mirar al cielo significa enfrentarse cara a cara con el más sobrecogedor e inquietante vacío, es como contemplar una monstruosa mina a cielo abierto y sin fondo a la que a alguna deidad con un macabro sentido del humor se le hubiera ocurrido colocar bocabajo sobre la cabeza de los mortales.
Todo comenzó cuando recibí un misterioso mensaje anónimo, a través de una dirección de correo electrónico que al parecer ya no existe.
En dicho mensaje, un desconocido relataba cómo un manuscrito había llegado a sus manos de manera insólita. Afirmaba que desde entonces nunca se lo había mostrado a nadie. Pero lo más raro del asunto era su firme convicción de que dicho manuscrito estaba, por alguna razón inexplicable, relacionado con un relato corto que yo había escrito pocos años atrás.