miércoles, 26 de septiembre de 2018

Relato: El Hombre de la Camisa de Fuerza

Agujeros de gusano, Conciencia, espuma cuántica, Multiverso, psicones, sueños lúcidos, universos paralelos


    Shanya miró confundida al hombre sentado frente a ella e inmovilizado con una camisa de fuerza. Después de todo lo que le habían contado sobre él, esperaba algo más impresionante. Sin embargo, ante ella se hallaba un pobre diablo de apariencia inofensiva, lo cual resultaba chocante si se tomaban en cuenta todos los permisos especiales y precauciones que había necesitado para que la entrevista tuviera lugar. Al parecer, la camisa de fuerza no debía ser suficiente, puesto que un fornido enfermero permanecía en pie detrás de él.

    Lo que más llamaba la atención de aquel infeliz, era la ausencia de pelo en buena parte del lado izquierdo de su cráneo, justo en la zona en la que destacaba una cicatriz casi circular.

    —Soy Shanya Nawa —dijo a modo de presentación mientras tendía la mano. Rápidamente se dio cuenta de su error y la retiró.

    —Hola Shanya, espero que no te moleste que te tutee. No tomes a mal que no te estreche la mano —dijo señalando a si mismo con la barbilla—. Mis carceleros han pensado que así estaría más cómodo.

    Shanya no supo muy bien cómo contestar. El hombre la contemplaba con una expresión entre familiar y divertida, una mirada que sin duda hubiera hecho sentir incómoda a cualquier otra persona, pero ella no era de las que se dejaban intimidar fácilmente, así que continuó con su ensayada presentación:

    —Trabajo para la revista “La Brújula del Misterio”. ¿Conoce esta publicación?

    —No. Es la primera vez que la oigo nombrar.

    —Me sorprende que no haya oído hablar de nosotros, se trata de una revista con tirada a nivel nacional.

    —En mi caso no es nada raro, dadas las circunstancias. ¿Y qué tipo de cuestiones suele tratar esa revista “tan importante” para la que trabaja?

    —Bueno, sobre todo temas relacionados con el misterio, ya sabe: parapsicología, ufología...

    —¿Y tú crees en esas cosas? —la interrumpió. Aquella pregunta sonó como retórica, casi como si él ya supiera la respuesta.

    —Pues…

    —El mundo está lleno de misterios, misterios reales que nos desafían desde la frontera del conocimiento, sin embargo las cosas que acabas de nombrar son misterios ficticios, creados por vendedores de humo...

    —Señor Likhati, no estoy aquí para discutir la veracidad de los temas sobre los que trata la revista para la que trabajo. Créame que me encantaría en otras circunstancias, pero no hay tiempo: Me han dado una hora para que lo entreviste.

    —Claro, mis disculpas. Llevo demasiado tiempo aquí atrapado, sin conversar con nadie. Mis carceleros no me dirigen la palabra, ni me permiten contacto alguno con otros reclusos.

    —Querrá decir internos. Esto no es una cárcel.

    —Llámala como quieras, yo estoy encerrado igualmente.

    —Estoy aquí para que me cuente su historia. Su versión de los hechos ha interesado a mi redactor jefe.

    —Algo habré hecho mal. No me deben tomar muy en serio cuando he atraído el interés de uno de los responsables de semejante publicación. ¿Qué es eso que ha interesado a su jefe?

    —Hasta donde yo sé, usted sufre una especie de amnesia, provocada por el balazo que recibió en la cabeza cuando le capturaron...

    —¿Amnesia? ¡Yo no tengo amnesia!

    —Pero afirma no recordar nada de lo que se le acusa.

    —Porque yo ni siquiera estaba allí. Los medios de comunicación han tergiversado todo.

    —¿No estaba allí? ¿Cómo puede negar eso? Incluso tiene la cicatriz.

    —Si te muestro mi punto de vista, debes prometerme que todo será publicado íntegramente y sin interpretaciones sesgadas. ¿Puedes garantizar estas condiciones?

    —Puedo, puesto que soy la responsable del artículo. A cambio me contará toda la verdad.

    —Es lo que siempre he hecho.

    —Por favor, comience por el principio, cuando esté listo. Si no le importa identifíquese para que quede registrado en la grabación.

    Shanya sacó de su bolso una tablet y puso en marcha la aplicación que utilizaba para grabar notas de audio. El hombre comenzó su relato:

    —Mi nombre, como ya sabes, es Kiram Likhati. Desde hace más de seis años convivo… convivía con una mujer llamada Mara Dasianrta. Ambos somos investigadores. Ella es neurobióloga y yo, bueno, mi campo de estudio es la inteligencia artificial.

    —Sin embargo, las personas de su entorno afirman que usted vive solo desde que se divorció, hace ya ocho años. Dicen que es un tipo solitario que ni siquiera tiene amigos, y que no posee ningún tipo de formación, más allá de la educación primaria. A esto hay que añadir que en ninguna universidad del país consta su nombre, ni el de ninguna Mara Dasianrta.

    —Pues te aseguro que ella existe —mientras dijo esto miró de tal forma a Shanya que esta no pudo evitar estremecerse—. Respecto a mí formación, puedo asegurar que tengo varios doctorados, uno de ellos en ingeniería computacional, pero nadie se ha molestado siquiera en ponerme a prueba para darme la oportunidad de demostrarlo.

    —Es difícil creerle cuando ni siquiera existe semejante titulación. Pero continúe, intentaré interrumpirle lo menos posible.

    —Mara y yo estábamos obsesionados por encontrar el mismísimo origen de la consciencia, así como las causas más íntimas implicadas en la generación de esta. Comenzamos a trabajar con simulaciones, y en un principio pensamos que encontraríamos la respuesta aumentando paulatinamente la complejidad de los cerebros artificiales en estas simulaciones. Pero comprendimos que, por complejas que fueran las redes neuronales, las neuronas individuales de las simulaciones eran demasiado sencillas en comparación con sus equivalentes biológicas. Decidimos estudiar a estas últimas con todo detalle para poder emularlas con la máxima precisión en un entorno virtual, y así mejorar el funcionamiento de las redes de neuronas artificiales.

    »Nos llevó un par de años de investigación darnos cuenta, pero al final descubrimos indicios de un campo que impregnaba toda la realidad, constituido por algo que bautizamos como “psicones”: unas entidades, o partículas elementales, por llamarlas de alguna forma, portadoras de la conciencia. Aquellos psicones eran tan pequeños que parecían completamente indetectables, sin embargo las neuronas biológicas parecían poseer cierta sensibilidad a este misterioso campo. Al menos daba la impresión de que los cerebros complejos eran sumideros donde se concentraban estas partículas.

    »Descubrimos que algunos estados alterados de conciencia, provocados por determinadas drogas, podían afectar a la forma de interacción con dicho campo, haciendo que los psicones se desacoplaran de las neuronas, o que incluso estas se tornaran más receptivas.

    —Lo que me está contando, ¿tiene alguna relación con los hechos?

    —Si no cuento esto no tendré ninguna posibilidad de que nadie me comprenda, todos piensan que estoy loco o que soy un mentiroso que se quiere librar de la cárcel. Seguramente esta opinión no cambiará por mucho que cuente mi historia, pero al menos déjame intentarlo.

    —Es que no disponemos de tiempo para...

    —No me llevará mucho. ¿Sabes lo que son los agujeros de gusano?

    —Una especie de túneles que permiten viajar instantáneamente de un lado del espacio a otro.

    —Más o menos. ¿Y si te dijera que están por todas partes? El espacio-tiempo está plagado de ellos, constantemente aparecen y desaparecen. Lo que pasa es que son tan pequeños que nada puede atravesarlos, nada salvo cosas tan diminutas como los psicones. Pero ¿y si te dijera que estos agujeros de gusano no solo comunican distintos puntos del espacio-tiempo de este universo, sino que lo hacen con infinidad de universos?

    —¿A dónde quiere llegar?

    —Lo que quiero decir es que los psicones permean todo el multiverso, se mueven por la espuma cuántica portando información y formando estructuras que se rigen por una física desconocida, filtrándose por microagujeros de gusano, adhiriéndose a cerebros complejos, mediante un mecanismo neuronal que no llego a comprender del todo, y generando o alterando la consciencia en estos. A veces, en determinados estados alterados de conciencia, nos hacen captar información exótica, la mayoría de las veces a través de los sueños.

    —¿Puede demostrar lo que dice?

    —¿Cómo podría? Ni siquiera estoy seguro de haber interpretado bien los datos. Últimamente estoy barajando la idea de que el campo de psicones solo sea un eco de la reestructuración de la realidad en torno a la mente. Una realidad cuya naturaleza, más allá de lo que construye nuestro cerebro a través de unos limitados sentidos, es un verdadero misterio, yo diría que imposible de conocer.

    Shanya detuvo la grabación y dijo:

    —Señor Likhati. Está usted divagando, solo suelta incoherencias y cosas sin sentido. ¿Por qué no me habla de los hechos de los que es responsable?

    —Se me acusa, pero no soy responsable. Por favor, déjame continuar.

    Shanya hizo un gesto de resignación y reanudó la grabación.

    —¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Comencé a experimentar con determinadas mezclas de drogas y a utilizar ciertas técnicas de meditación. He dicho “comencé” y no “comenzamos”, porque Mara no quiso dar ese paso. Me dijo que aquello podía destruir la integridad de cualquier mente, trató de convencerme de que yo tampoco lo hiciera, pero mi curiosidad y avidez de conocimientos vencieron a mi sensatez.

    »Al principio fue divertido, porque aquello me provocaba visiones y sueños lúcidos alucinantes. Yo he visto cosas que vosotros no creeríais —al decir esto último sonrió como si hubiera hecho algún tipo de chiste que Shanya no llegó a comprender—. He visto mundos que sería incapaz de describirte.

    »Los problemas llegaron cuando comenzaron a producirse cambios inexplicables a mi alrededor. Al principio no le di importancia porque eran cosas muy sutiles: un vaso de agua vacío sobre la mesita de noche, pero que a la mañana siguiente aparecía lleno como por arte de magia, cambios en la posición de los muebles de nuestra casa, cambios que yo notaba, pero que Mara juraba y perjuraba que no eran tales, ya que al parecer para ella los muebles habían estado así desde “siempre”. Amigos y conocidos que aparecían de la nada como si me conocieran de toda la vida, en fin, cosas de ese tipo.

    —¿A dónde quiere ir a parar?

    —Sé lo que debo parecerte ahora mismo, pero la verdad es que mi mente ha estado vagando a la deriva por el multiverso. Visitando versiones de la realidad en las que algunos hechos han sucedido de manera diferente. Lo que pasa es que los cambios nunca habían sido tan radicales como hasta ahora.

    »Hace tiempo que dejé de experimentar, pero el daño ya estaba hecho: mi mente se ha desacoplado de su realidad original, y no sé qué hacer para detener esto. Un día desperté en la habitación de un hospital, con un terrible dolor de cabeza y rodeado de tipos armados y uniformados. Imagínate mi desconcierto cuando me acusaban de esos crímenes. ¡A mí, que en mi vida he tenido una sola multa de aparcamiento! Desde entonces me han encerrado en diferentes lugares y no han parado de hacerme preguntas que no sé responder. Mira cómo me han atado para esta entrevista ¡No soy Hannibal Lecter!

    —No sé quién es ese, pero tanta precaución es debida a que, antes de ser capturado era el hombre más buscado del país: ha perpetrado una decena de asaltos en los que ha conseguido llevarse una fortuna. Durante el último atraco, antes de que lo abatieran de un certero tiro en la cabeza, intentó matar a todos los rehenes. Solo sobrevivió uno, aunque muy malherido. ¿No recuerda nada de eso?

    —Yo nunca he robado, ni he matado a nadie.

    —Ha asesinado a siete personas a sangre fría. Además, según el personal de esta institución, tiene tendencias autodestructivas: ya ha intentado suicidarse en dos ocasiones.

    —Porque todo esto me está enloqueciendo de verdad. ¡Créeme por un momento e intenta ponerte en mi lugar!

    —Pero la historia que me ha contado no tiene sentido. Ha inventado una coartada tan imposible de verificar como de desmentir, y de paso ha fingido ser un enfermo mental, aunque eso no le ha evitado el encierro.

    Se hizo el silencio durante un breve instante, hasta que fue roto por Kiram.

    —Tú no eres periodista. ¿Por qué estás aquí?

    —Mi redactor jefe cree que a los lectores de la revista les puede interesar esas chorradas que usted cuenta.

    —Mara, eres una pésima actriz. Al principio de la entrevista pensé que no me reconocías porque en esta realidad no nos habíamos encontrado, pero ahora veo que estás fingiendo. ¿Es verdad que no me conoces? —Kiram pareció sufrir una especie de ataque nervioso.

    —¿Por qué me llama así? Le he dicho que mi nombre es Shanya. Hasta hace unos minutos usted y yo no nos habíamos visto nunca.

    El enfermero, que hasta ese momento había permanecido inmóvil tras él, le inyectó algo en el cuello. En unos segundos, Kiram se relajó hasta casi perder la consciencia.

    —Hemos compartido seis años juntos —Kiram levantó la mirada con dificultad, mostrando un semblante cansado y afligido—. Ya veo que me equivoco, que tú eres otra versión de ella y que la Mara que yo conocí no está en este mundo.

    Shanya se dirigió al enfermero:

    —¿Puede dejarnos a solas?

    —Lo siento —contestó este—. No creo que sea buena idea.

    —¡Vamos! Tiene una camisa de fuerza y está drogado. Además, el director me dijo que podía hablar a solas con él si así lo deseaba.

    El enfermero abandonó la habitación con cierto recelo. Cuando cerró la puerta, Shanya se acercó a Kiram y lo besó en los labios. Él no dijo nada, pero su expresión de sorpresa demandaba una explicación.

    —¡Casi me engañas! —dijo ella mientras desabrochaba las correas de la camisa de fuerza—. ¡Menudo cuento! Por un momento hasta he pensado que te habías vuelto loco de verdad.

    Kiram se terminó de quitar la camisa, no sin cierta dificultad, y mientras se frotaba las muñecas, casi inertes y dormidas, preguntó tímidamente:

    —¿Mara?

    —Nadie sospechó de mí como tu cómplice, por lo que ha sido arriesgado y no ha tenido ningún sentido que utilizaras el nombre de Mara en tus delirios. Pero da igual, al fin y al cabo ¿quién se iba a creer esas chorradas que cuentas?

    Shanya tomó la mano de Kiram y la puso sobre la tablet con la que aparentemente había estado grabando la conversación.

    —¿Vas a sacarme de aquí? —preguntó él esperanzado.

    —Lo siento cariño —susurró ella sonriendo—. Solo quería tu huella para autorizar la transferencia desde tu cuenta de las Islas Thanaksni. A ti ya no te necesito.

    —¿Qué? —Kiram se incorporó, pero al intentar caminar hacia Shanya se desplomó, lo que le habían inyectado hacía cada vez más efecto—. ¿Quién eres tú? ¡Tú no eres mi Mara!

    —¡Vaya! ¡Por lo visto es verdad que no te acuerdas! Te refrescaré la memoria.

    Desabrochó varios botones de su blusa, dejando ver una gran cicatriz en su pecho derecho.

    —Sí, éramos cómplices. Hasta que te cargaste a los rehenes y después, sin decir palabra, me disparaste a bocajarro. Pero sobreviví y, al no haber más testigos, la policía pensó que yo era una víctima más: el único rehén superviviente. Hicimos bien en mantener nuestra relación en secreto. Para tu información: Mara Dasianrta no existe, fue un nombre falso que inventé cuando nos conocimos. Tal como pensamos, si cogían a uno, el otro estaría a salvo mientras el capturado no se fuera de la lengua. Todo se basaba en la confianza mutua, por eso me dolió tanto tu traición. ¿De verdad es tan importante para ti el dinero?

    —Pero ese tipo no era yo, es una versión muy deformada de mí. ¡Yo nunca te haría daño!

    Kiram trató de incorporarse sin éxito. Shanya se inclinó y le dijo al oído:

    —Es posible que esa bala te haya hecho creer que eres otra persona, pero para mí sigues siendo el mismo que me traicionó —a continuación se incorporó y gritó— ¡Socorro! ¡Se ha soltado!

    No tardaron en acudir dos enfermeros que lo ayudaron a levantarse para, a continuación, volver a ponerle la camisa de fuerza.

    Mientras, Shanya abandonaba aquella siniestra habitación con desconsuelo, para dirigirse a la salida de aquel lugar, un lugar que no volvería a visitar jamás.

    Por un momento se planteó si había algo real en lo que contaba aquel pobre tarado. Un amago de compasión pasó fugaz por su mente, pero lo descartó en cuanto sus pensamientos se enfocaron hacia el futuro.

    Para ella comenzaba una nueva vida.

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